Elephant (Alan Clarke, 1989)

Lo primero que llama nuestra atención al pensar desde el presente las imágenes del pasado de Elephant, son las signos estilísticos que han quedado repartidos en las obras de cineastas a los que miramos con más detenimiento en nuestra contemporaneidad. Mas que evidentes son las huellas dejadas en Bela Tarr, Gus Van Sant y Jaime Rosales. Pero, ¿porque esta obra ha permanecido sepultada en la memoria cinéfila?. Quizás por la misma razón que El globo rojo de Albert Lamorisse fue lapidada durante tantos años. Cuando se es fuente de lo que se ha copiado, y además no caes bien a los que escriben defendiendo a los que copian, debes ser neutralizado en el olvido de la memoria. Un ejemplo en la actualidad lo tenemos con Aquele Querido mes de Agosto (Miquel Gomes, 2008), elogiada por lo mismo que es despreciada Cien Clavos (Ermmano Olmi, 2007).

Pero volvamos a Elephant. Este mediometraje que descontextualiza la violencia, filmando trayectorias de personajes hacia un objetivo que únicamente es el asesinato, no trata de romper la lógica de causa-efecto para demostrar lo absurdo de un asesinato. Más bien trata de construir la causa. En esas trayectorias tan ilógicas como un disparo asesino, el movimiento mismo es la causa que fija nuestra mirada. La mirada que ve, y no hace nada. Una mirada que sustenta desde lo real la propia condición de imagen, y que por eso mismo la contextualiza en cada realidad que la mira.

Un movimiento que demuestra como ese movimiento es el lugar acomodaticio de la ideología. La borra a la vez que la proporciona el hueco donde esconderse para no ser vista. Un movimiento que oculta la ideología de lo actual, y por lo tanto del olvido. Es ese olvido el que construye la causa que muy bien ha sabido ver Jaime Rosales en su “Tiro en la cabeza”.

Cuando la imagen se mueve, se regenera constantemente. Aunque no haya una explicación psicológica clara, lo que está en juego es el borrado de la memoria inmediata por la repetición del sin sentido. Repeticiones de sin sentido que son miradas y olvidadas. Repeticiones que indignan como la rapidez de un disparo. Pum! y a olvidar. Pum! y a seguir portando la causa de que se nos siga publicitando un hecho para repartir responsabilidades. Pum!, y la causa se establece detrás de la mirada que ve la repetición como si no pasase nada.

Roberto Espejo